Quien busca a Dios con ahínco ama, y quien ama posee; y siente la voz amante de Dios en el misterio de las noches bellas y goza de la armonía de su semblante en el suave temblor de las estrellas. La oscuridad invita al miedo, pero, aunque es de noche, el amante acaba recostando su cabeza en el pecho del amado. Durante el día su resplandor se desvanece, pero desde el crepúsculo aparece en el aire vivo y puro, como desangrándose y esparciendo su sangre por el cielo y por el mar. Fuego y aire celeste bajan al agua marina y lamen las tierras vecinas.
Dios no está solo
en los templos, como un corzo corre por fontanas, bosques, lagos, hasta
penetrar en las almas. Inmenso resplandor para la vista, pura música para el
oído, penetra en nuestra alma en silencio y allí nos acompaña, nos enseña a
vivir y a amar y subimos a la cumbre de la montaña. La niebla vela a Dios, mas
no lo oculta, pues desciende sobre nosotros como el rocío, que al caer sobre el
alma hace nacer las palabras, que nunca mueren. Palabras poéticas, versos
inspirados.
A gusto se siente
Dios en el alma y el alma se goza en su presencia. Dios, ciego de ebriedad,
recorre todo el cuerpo despertando amor, intercambiando silencios. Se extiende
también por el hogar, desbordándose como el espumoso mar en nuestras manos.
Dios ama lo pequeño, y hasta del estropajo hace hamaca y almohada, pues anda
entre los pucheros e incluso en el agua honda de las vasijas.
Dios reside en los
hombres, se vierte en sus criaturas: es padre que está en la tierra, en el
cigarro, en el beso, en la espiga, en el pecho, en
el abrazo que damos al amado que nos ama, en la ciudad, entre la prisa,
entre el ruido, en las altas torres firmes de orgullo y vidrio, en las luces
infinitas, increíbles como los astros. Y se sube al tranvía a hablar con los
despiertos. Y nos llama desde la catedral. Ven, dice, a nosotros, almas que
tiemblan de soledad.
Él, que curó, echó
demonios, murió y se levantó. Él que anduvo desnudo buscando abrigo. Y que fue
abandonado, despreciado, burlado, rodeado, apuntado y cercado. Compartió
nuestro infierno, embriagado de amor ardoroso. Finalmente se muestra con cuerpo
blanco y redondo, palpitante y desnudo.
1.
La respuesta está en la pregunta
Amado Nervo
Juan de Contreras y López de Ayala
Jesús Cotta
Carlos Bousoño
Concha Zardoya
Elisabetta Bagli
Langston Hughes
Juan Ramón Jiménez
Pura Vázquez
Alfonso Albalá
Izara Batres
Álvaro de las Casas
Vicente Gaos
Ernestina de Champourcin
Carlos Murciano
Carlos de la Rica
Miguel Fernández
José Gerardo Manrique de Lara
Jacinto López Gorgé
Gloria Fuertes
Beatriz Villacañas
22.
En Madrid
Luis López Anglada
María Elvira Lacaci
Luis Cernuda
Lorenzo Gomis
Antonio Barnés
Ernesto Cardenal
José Luis Appleyard
Gerardo Diego
Federico García Lorca
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