La poesía será, en un futuro aún lejano, el refugio de la religión.

Toda poesía, por el solo hecho de serlo, es religiosa.
Explicar esto es muy difícil: tan difícil
como definir la misma poesía. Todo poeta amoroso
—como en la rima de Bécquer— cree en
Dios. Y también el poeta social, "que ni Dios
aguanta tanta injusticia". Entre las melifluidades
de ciertos cantores y ese recio enfrentarse de
Unamuno con Dios, prefiero esto último. Lo considero
más honrado y "religioso". A Dios le gusta
que le pidan explicaciones, incluso desde la
resignación a regañadientes, como en el verso de
Antonio Machado: "Tu voluntad se hizo, Señor,
contra la mía".
La poesía será, en un futuro aún lejano, el refugio
de la religión. Todo vendrá a ser como al
principio; pero si los poetas —los profetas—
olvidan su misión, la poesía habrá muerto, arrastrando
en su caída todo lo demás.
Por lo que se refiere a mi poesía, nunca dejó
de ser religiosa, ni aun en el momento de Las
incredulidades. Si en un principio fue imaginera
y localista (Romancillo de la Esperanza de Triana,
Sine Labe Concepta, etc.), pasó después a ser
religioso-amorosa (gran parte del libro País de la
esperanza), para terminar convirtiéndose, hace ya
diez años, en religioso-social (La verdad y otras
dudas). Yo prefiero estas dos últimas facetas de
mi poesía religiosa, no representadas proporcionalmente
en esta antología, según la relación de
poemas que me muestra Leopoldo de Luis. Pero,
naturalmente, en esta clase de libros la selección
ha de ser hecha según el criterio del antologo, no
la del autor seleccionado. El hecho de que sea su
versión la que prevalezca sobre la que yo hubiese
escogido, no quiere decir, ni mucho menos, que
yo esté en lo cierto y él no. Lo que dice uno no
va a misa, ni siquiera en materia de poesía religiosa.

Rafael Montesinos
en 
Antología de Poesía Religiosa de Leopoldo de Luis

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