LA BELLEZA PIDE PASO EN LA PANDEMIA

 Rosario Paniagua Fernández

«En poesía hay que "estar dentro" y hay que realizar la participación con el hombre, la sociedad, la cultura, la historia… el poeta tiene que buscar, robar el secreto, lo sagrado, buscar una complicidad… una salvación… el poeta se entrega totalmente, en buscar en el último rincón en el espacio, en el contorno de la contemplación. ¡Y ahí no hay final! (Claudio Rodríguez)

Entre la cantidad de mensajes que llegan a diario, ahora con motivo de la pandemia, hay de vez en cuando alguno que tiene que ver con el tema que hoy vamos a compartir. La presente situación nos enfrenta con nuestros límites a nivel mundial como nunca habíamos imaginado, porque lo que nos está sucediendo, tiene unas dimensiones que sobrecogen, nuestro dolor e incertidumbre los podemos compartir, casi en tiempo real, con personas de otras partes del mundo, del norte, sur, este y oeste. Estamos viviendo un momento desafiante. Lo que nos conmociona es “cosa de todos” y nos lleva a ensanchar la tienda, y dar entrada a una humanidad llena de perplejidad.

Ante esta situación los modelos de afrontamiento son múltiples, dependiendo del mundo de valores, creencias, compromiso social; muchas cosas ocultas se revelan, lo escondido se hace patente en el plano social e individual.

Cada uno rebusca en su mundo interior, y se vale de aquello que lo habita y le da fuerza y confianza, desde la fe, el cuidado del otro, de la tierra, la fraternidad y también busca en la belleza, en todas sus manifestaciones un bálsamo para las heridas.

Hemos podido compartir esta inquietud literaria con grupos, blogs, artículos, programas de radio, en donde cada cual pone su grano de arena, desde la belleza creada y/o encontrada en otros, para aliviar el dolor de sus semejantes. Es una reacción natural, que se ha venido dando en tiempos de gran dureza para la humanidad, y ha quedado reflejada en la literatura de todos los tiempos, lo mismo en la música, la pintura etc.

La búsqueda de la belleza, como amiga necesaria para “poder con la situación” es innegable, pues nos hace más buenos, más espirituales, entrando en un mundo de valores intangibles, que palía tanto dolor y tanta desazón. No es que nos evada de la realidad, es imposible no vivirla y comprometerse con ella; pero la búsqueda de esa verdad y armonía, sin lugar a duda hará un poco más suave el camino.

Se trata de tomar la responsabilidad de lo que nos corresponde hacer por los otros, que, en nuestro caso, tiene que ver también con mostrar armonía, ante el caos, paz en la zozobra, luz en la oscuridad y hacer que la belleza forme parte  también de esta situación que desborda, y que puede tener un tono más amable y estético.

Cada uno tiene dones y habilidades que sirven a la totalidad. El momento requiere que cada cual descubra su don, y lo coloque al servicio del Todo y de todos, es lo que han hecho los poetas, tratar de poner un grano de arena en el mundo para hacerlo mejor, más vivible, más posible, más habitable. Han repartido la luz en la plaza como dice Vicente Aleixandre, no podemos quedarnos solos, enrocados en lo nuestro, si mezclarnos con la gente y vivir juntos, existir con otros…

Una sola vela encendida rompe la oscuridad y si juntamos las velas, se hará más diáfano el espacio. Hay que colaborar en lo que nos toca a cada cual, donde quiera que estemos hagamos lo conveniente, con un compromiso hacia la colectividad.

Tenemos unas capacidades que nos ha sido dadas, y todo puede transformarse si somos audaces para hacer lo que nos corresponde. Como decía Labordeta, cada cual, a su faena, porque en esto no hay suplente, con tu puedo y mi quiero, vamos juntos compañeros…


Dice Claudio Rodríguez,

Siempre la claridad viene del cielo

es un don: no se halla entre las cosas

sino muy por encima, y las ocupa

haciendo de ello vida y labor propias.

Así amanece el día; así la noche

cierra el gran aposento de sus sombras.

Y esto es un don…

Como yo, como todo lo que espera.

Si tú la luz te la has llevado toda,

¿cómo voy a esperar nada del alba?

Y, sin embargo —esto es un don—, mi boca

espera, y mi alma espera, y tú me esperas,

ebria persecución, claridad sola

mortal como el abrazo de las hoces,

pero abrazo hasta el fin que nunca afloja.

Los poetas tienen una hermosa misión en el mundo, que les corresponde a ellos  convencidos de esto, se han expresado a lo largo y ancho de la historia, así lo expresó Rubén Darío refiriéndose a Juan Ramón Jiménez.

¿Tienes, joven amigo, ceñida la coraza

para empezar, valiente, la divina pelea?

¿Has visto si resiste el metal de tu idea

la furia del mandoble y el peso de la maza?

¿Te sientes con la sangre de la celeste raza

que vida con los números pitagóricos crea?...

¿Te enternece el azul de una noche tranquila?

¿Escuchas pensativo el sonar de la esquila

cuando el Ángelus dice el alma de la tarde?...

¿Tu corazón las voces ocultas interpreta?

Sigue, entonces, tu rumbo de amor. Eres poeta.

La belleza te cubra de luz y Dios te guarde.


Y para finalizar decir que, en estos momentos, no estaría nada mal acariciar, de la forma que sea, para acompañar, aliviar, cicatrizar heridas, así lo sugiere Rodriguez Olaizola, jesuita,

Acaricia con las palabras,

porque hay mucho silencio herido.

Acaricia con los ojos,

que hay mucha

mirada hiriente.

Acaricia con la escucha,

que hay muchos gritos perdidos

de estancias solitarias.

Acaricia con la sonrisa,

que sobran muecas burlonas,

y falta de alegrías compartidas.

Acaricia también

con las manos,

pues hay frio

de dentro

que solo cura la ternura.

Acaricia con tus dudas

que serán luz

en incertidumbres

ajenas.

Hasta tu tristeza,

será caricia,

si consigues

volverla canción.


En definitiva, la belleza como la vida, se abre paso de la forma que puede, cuando encuentra una grieta…

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