¿Dónde está Dios? Poemas de Elisabetta Bagli

 “Súplica”

 

Hay nuevos días por delante,

ceñida por el calor de gentes afines,

suplico al Señor

que me ayude a volver a casa

y a poner mis pies de mujer

en la tierra de mi infancia.

 

Le suplico que me dé

manos desnudas para escribir

en el libro blanco de mi vida,

que me dé brazos para acunar

los albores de nuestro Mediterráneo

y de llevarlos a tus ojos.

 

Le suplico al Señor

que me dé voz de plata

para cantar canciones

como la flor de azahar,

fragantes huellas pintadas

en las generosas colinas de la Conca *.

 

Le suplico incluso cuando

sé que, inconfundible,

pertenezco a nosotros,

humanidad que crece y cambia

igual que la nave de Teseo **:

alteridad de sustancia y forma

y nunca de primitiva identidad.

 

* Conca d'Oro de Palermo

** Se dice que la nave de madera en el que viajaba el mítico héroe griego Teseo se conservó intacta a lo largo de los años, sustituyendo las piezas que se deterioraron gradualmente. Entonces llegó un momento en el que todas las piezas utilizadas en origen para construirla habían sido reemplazadas, a pesar de que el propio buque conservara exactamente su forma original.

 Esta es una Súplica, una plegaria que pide poder vivir y seguir adelante, haciendo memoria del pasado que nos ha dado la posibilidad de ser como somos, porque somos lo que somos porque fuimos y nunca hay que olvidar las raíces propias que, pese a los tiempos cambiantes, siempre serán nuestras señales de identidad. Pero el tiempo en que vivimos nos da aún más la percepción de que somos vulnerables y de que solos nunca podremos seguir adelante si no tenemos una guía que nos acompaña en todo momento, que nos ayude a seguir adelante con fe e ilusión en nuestros proyectos. Cantar, escribir, volver a la Tierra de origen, siempre es algo que nos ayuda a sentirnos plenamente unidos al mundo que nos rodea y a Dios que nos lo ha donado.

 

“Sull'Ardeatina*”

 

La matanza atroz

de los hombres con la estrella;

cuerpos asesinados y arrojados a los fosas comunes

por bestias sedientas de odio amargo

y miserable como la hiel,

cuerpos escondidos rápidamente

al mundo que todo lo sabía,

pero tenía los ojos cerrados

para no ver la vergüenza

de la sangre que fluía

sobre la puzolana.

Masa humana de aquel tiempo

en el que nada era humano,

ni siquiera el nombre,

un tiempo marcado

por el dolor que nunca se rindió,

por los años violentos e infernales,

por las energías estranguladas y violadas,

convertidas en bestias sedientas de sangre,

entrenadas para matar

hombres arrodillados sobre otros hombres

ya sin vida,

apilados para no desperdiciar espacio.

Cada uno de ellos tiene su propio espacio ahora

en la memoria que nunca se olvida.

Era el 24 de marzo de 1944

y Roma estaba llena de polvo, de sangre,

de bombas y de palomas en el cielo.

 * La matanza de las Fosas Ardeatinas fue la matanza de 335 civiles y soldados italianos, perpetrada en Roma, el 24 de marzo de, 1944 por las tropas de ocupación alemanas en represalia por un ataque partisano, llevando a cabo el 23 de marzo por miembros del GAP romano, donde que murieron 33 soldados del regimiento del ejército alemán Bozen.

 

El poema describe un episodio real de la II Guerra Mundial, en el que perdieron la vida muchos judíos, civiles italianos. A menudo nos preguntamos “¿Dónde está Dios?” cuando se cometen atrocidades como esta, cuando queremos parar lo imparable y nos sentimos impotentes porque la sangre siempre será derramada. Dios no quiere sangre, quiere entendimiento entre los hombres, quiere Paz y Amor entre sus hijos. Pero el hombre, a veces, parece ciego y sordo y no actúa siguiendo la guía del Padre Celestial, sino sus impulsos peores que le llevan a cometer atrocidades. Dios está siempre presente, también allí, acompañando los más débiles, recordándonos que los hechos ya no se podrán cambiar, pero pueden ayudar a comprender la naturaleza humana y nos pueden servir de advertencia para que no los cometamos más, para que podamos vivir en un futuro mejor.

“Detrás de las montañas”

 

¿Qué se esconde

detrás de la montaña?

Empecé a subirla

con mis brazos entre los tuyos,

cuando todavía no sabía

que nuestros ojos

llorarían y se regocijarían juntos,

que nuestras manos

se apoyarían

y se pegarían

para sostenerse de nuevo

antes de ver el sol en el horizonte

y sentir la noche

penetrar eternamente

en tus miembros de padre.

 

Has caminado a mi lado,

revelándome los secretos

de las flores y de las estrellas,

de los árboles y de los ríos,

abriendo al mundo entero

la ventana de mis días.

 

Me enseñaste

a vivir y a amar,

para aceptar mis defectos,

para entender que sola

puedo llegar hasta la cumbre

para averiguar lo que me espera

ahí mismo, detrás de la montaña.

 

 

El Hombre que se encuentra en todo momento de su vida terrenal acompañado por la figura paterna: el Padre que sostiene el hijo y le enseña a vivir y a amar, que le enseña a esperar para llegar a la “cumbre” de la montaña y ver lo que hay allí tras ella y así encontrar la Verdad. Este es el viaje de la Vida, el viaje que todos hacemos con alegrías y sonrisas, con sufrimientos y obstáculos para regresar a lo Eterno que nos ha engendrado.

 

 

 “Respeto”

 

Descende un nudo en la garganta,

llega hasta el pecho,

apretando su mordaza:

se convierte en aquel barro cruel

que mancha el destino.

 

¿Por qué vivir,

cuando todo alrededor es muerte?

¿Por qué matar

con un soplo la luz,

cuando en mis labios

están floreciendo los lirios de la vida?

 

Dios eras para mí y para mi hermano,

cuando hace tiempo en Roma

te buscábamos entre las nubes del cielo;

 

Dios eres para los niños desamparados

y lejanos que no tienen libertad

para crecer y amar;

 

Dios eres cuando te llaman

mujeres vilipendiadas y lívidas

sin ningún mañana.

 

Dios eres cuando la noche,

profunda y trágica,

abarca el mundo entero

con sus frías extremidades,

cuando la guerra todavía

no se resigna a la derrota

y a la humillación,

cuando el hombre entienda

que para restaurar su dignidad

tendrá que dejar triunfar el respeto.

 

En la Sagrada Escritura, Dios no está atado a ningún lugar. De hecho, Él es el Señor de todos los lugares, trabaja en todos ellos y nos llama desde cualquier lugar. El Hombre no tiene que probar su existencia, sino ser signo de su presencia. Dios es quien se acerca a la historia sin anular su evolución, sin causar la involución de la voluntad del hombre, Dios se ha ensuciado las manos, y con las manos perforadas no nos explica el dolor, pero lo asume, así como tenemos que asumirlo nosotros que estamos hechos a su imagen y semejanza. Somos nosotros quienes tenemos que aprender a respetarnos los unos a los otros para poder recuperar la dignidad de ser Hombres y merecer estar en el mundo creado para nosotros por nuestro Padre.

 

“El infierno sin culpas”

 

(para las víctimas del terremoto de Amatrice*)

 

No hay electricidad ni agua

hay polvo,

sólo polvo y ruinas,

sin recuerdos ni olores,

sin sabores ni colores.

 

El fuego arde,

mientras la violencia ruda

de la tierra irritada grita,

se mueve y sacude

sus entrañas rugosas y ásperas,

manos de hombres impotentes

que escuchan el silencio,

esperando en la vida.

 

Una canción se eleva

en la oscuridad más profunda

acunando los nombres en las lágrimas,

en las heridas amargas de los que saben

que han perdido todo,

pero no el amor y la dignidad.

 

Se libran los cuerpos del dolor,

del engaño de la piel,

del escudo contra el mundo,

de la ira hirviendo.

 

Se libran los cuerpos de la ansiedad,

del horror de los fantasmas,

del vacío de la mente,

del infierno sin culpas.

 

¿Quién es el que no perdona?

¿La naturaleza o Dios?

 

Destinos desmenuzados

en el instante eterno

de la furia del viento,

en el instante infinito

dominado por la muerte.

 

* Amatrice, 24 de agosto de 2016

 

 A la pregunta de muchos de nosotros “¿Dónde está Dios en estos momentos?”, me gustaría responder: está allí donde está presente el Amor. Nosotros sabemos que Dios se encuentra también en el dolor. Cuando hay cataclismos o epidemias como la que estamos viviendo ahora, sabemos que Dios está con nosotros y que nunca nos abandona porque Él nos quiere y quiere ayudarnos. Él es el amor, es la espiritualidad de una vida que se convierte en un regalo para nosotros como Cristo muerto y resucitado. Así nuestra vida debe ser un regalo para los demás y también para nosotros que vivimos momentos difíciles y hemos de enfrentarnos a la muerte, con el ejemplo que nos ha dado muriendo en la Cruz por nosotros, tenemos que seguir adelante, caer y levantarnos, una y otra vez para vivir en el Amor y en la Paz.

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