La búsqueda del Autor es insoslayable, aunque la caverna mediática en que habitamos haga parecer que solo lo inmediato y fragmentario: la noticia, es objeto de nuestro interés
Una veintena de autores contemporáneos han desfilado por el VII Congreso Internacional Autores en busca de Autor, celebrado en la Facultad de Filología de la Universidad Complutense de Madrid los días 19 y 20 de octubre de 2023: Carles Riba, Novalis, Pavel Strauss, Jan Twardowski, Enrique García Maiquez, María Elvira Lacaci, Dostoievski, Tarkovski, Anthony Burgess, Flannery O’Connor, Dámaso Alonso, Sylvie Germain, Angélica Liddell, Curzio Malaparte, Ángela Grassi y otros como Baudelaire o Kafka enmarcados en un itinerario desde el infierno al paraíso.
El
hilo conductor de las ponencias y comunicaciones ha sido la búsqueda del Autor,
Dios, por parte de estos escritores, desde circunstancias muy diversas:
cotidianeidad pacífica, exilio, guerra, angustia existencial, regímenes
totalitarios, deficits afectivos… Lucha por la vida, en definitiva, que
raramente no ha de atravesar desiertos y convulsiones. Esa nostalgia de la que
habló Sánchez Adalid en la inauguración del congreso y ese surco profundo que ha
dejado el cristianismo como glosó Quintana Paz en la clausura.
De
un modo o de otro, Dios está presente en todos ellos: como agarradero, amante,
interlocutor ante quien se protesta, idea a la que aferrarse, puerto de
llegada, etcétera. No hay dos personas iguales y menos si son escritores.
La búsqueda
del Autor es insoslayable, aunque la caverna mediática en que habitamos haga
parecer que solo lo inmediato y fragmentario: la noticia, es objeto de
nuestro interés. Los medios producen ese espejismo, acentuado por las
omnipresentes redes sociales. Pero la literatura está más allá de la caverna o,
al menos, permite dejarla atrás. La ficción literaria consiente, paradójicamente,
aspirar a verdades densas, a la indagación por el sentido. Eso que ni el
telediario ni twitter van a contar, pero que realmente es lo que puede
satisfacer a un homo sapiens reducido a menudo a homo habilis.
La
cultura contemporánea está marcada por lo fragmentario, inmediato y
reduccionista porque, como escribió Hegel, la lectura de periódicos es la
oración matutina del hombre moderno. Ese es el humus del hombre-masa
orteguiano; humus acentuado por internet, que intensifica la uniformidad, la simplificación.
Así, los periódicos, al digitalizarse, suelen infantilizarse, convertidos en
espectáculos de luz y color donde el texto -y con él, la reflexión- retrocede.
La
literatura, hemos dicho, hace posible atravesar la barrera de la apariencia. La
escuela, la universidad deberían ser contrapeso, pero a menudo actúan como
correa de transmisión de las modas mediáticas, abandonando el carácter
universal para perderse en lo particular. Por eso, mientras la universidad sea
escenario de foros en los que sin tapujos se aborden los grandes temas humanos:
Dios, el mundo y el hombre, hay esperanza.
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