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40 poetas: Rafael Matesanz, Juan Contreras…


40 poetas: Rafael Matesanz, 

Juan Contreras…

Acaba de publicarse un interesante libro de poesía que lleva por título ¿Dónde está Dios? 40 poetas responden. Nos honra el que en esa lista aparezcan dos poemas, uno ya publicado del Marqués de Lozoya en 1972, y otro inédito de Rafael Matesanz. La particularidad de esta obra es que además de las poesías contiene un comentario que orienta en su lectura. La mayoría de los poetas elegidos son de habla española y del siglo XX. Ya se ve que el hombre sigue preguntándose por Dios. El editor literario, Antonio Barnés ha conseguido una inteligente agrupación de los poemas que desvela al final en lo que llama coda.

Comienza con los que se relacionan con la naturaleza, no sin antes hacernos ver que de alguna manera la pregunta ya responde, y para ello se sirve del poeta mexicano Amado Nervo (1870-1919) que toma la frase de Pascal Consolé toi, tu ne me chercherais pas si tu ne m’avais trouvé (consuélate, no me buscarías si no me hubieras ya encontrado) para su poema ¿Dónde estás Dios? afirmando que buscándolo con ahínco se le posee. Por tanto, se puede decir que la respuesta está en la pregunta. Y con esto bastaría, pero dada nuestra limitación, y la trascendencia del interrogante nos abrimos a su búsqueda en lo creado. El poeta y novelista español Daniel Cotta (1974) nos dice que Dios está en la Creación en su poema Adán, que mientras dormía el Creador le procuraba estrellas, ríos, islas, hasta el sol del alba en las pupilas. Una vez despierto, aunque no veía al que tanto le quería, olía su perfume en cada regalo que abrazaba.

En el misterio de la noche para Juan de Contreras y López de Ayala (1893-1978), quizás haciéndose eco de cómo Dios hablaba en sueños a personajes bíblicos como Samuel, Daniel, José, quedando respetada la libertad de acoger o no su mensaje. Jesús Cotta (1967), ensayista y poeta lo descubre en la oscuridad con alusiones a la lucha de Jacob con el ángel, a san Juan reclinado sobre Jesús, y al Cantar el alma de san Juan de la Cruz. En la luz que se desprende de las grandes obras y melodías, como escribe Erinska Vilorbina: tanta llum que acompanya les obres de la perfección i les veus melodioses (tanta luz que acompaña las obras de la perfección y las voces melodiosas). Para el poeta y crítico literario Carlos Bousoño (1923-2015) se puede experimentar a Dios en la brisa nocturna del firmamento y del alma. La escritora chileno-española Concha Zardoya (1914-2004) nos encamina hacia los templos, fontanas, lagos, bosques, y puros espacios de las almas o corazón de la humana existencia.

La escritora italiana Elisabetta Bagli (1970) siente la compañía de Dios Padre en esa subida a la cumbre que es la vida para recobrar el paraíso detrás de las montañas. Langston Hughes (1901-1967), poeta, novelista y columnista estadounidense afroamericano lo vislumbra en la belleza de la puesta de sol. El autor de ‘Platero y yo’, Juan Ramón Jiménez (1881-1958) que le buscó durante toda su vida, lo sitúa en el mar sin confundirlo con él. La poetisa gallega Pura Vázquez (1918-2006) siente nostalgia de Dios y le sitúa detrás, entre la niebla en esa oscuridad vivencial de ignorancia y ceguera que lo siente lejano y cercano al mismo tiempo. El profesor Frederick de Armas (1945) piensa en una biblioteca celestial, no ajena a la actividad de Dios, en que cada vida, por insignificante que parezca, ocupa un lugar. El escritor y periodista Alfonso Albalá (1924-1973) se decanta por situarle en la palabra, como su larga mano entre las cosas.

Ya pasando a nuestro interior, nos fijamos en Antonio Machado (1875-1939) que lo ve en los sueños como sembrador de estrellas, de inspiraciones para el poeta. Para la poetisa Izara Batres (1982) Dios está en la inspiración poética, y no es de extrañar ya que uno se sus nombre es la Belleza. Dentro de mí, señaló el poeta gallego Álvaro de las Casas (1901-1950). De Valencia nos llega el testimonio de Vicente Gaos (1919-1980): en mi sangre y en mis entrañas, en la interioridad. El escritor y crítico literario Luis Ramoneda (1954) ve el dolor como prueba de su existencia preguntándose en su poema En el dolor, varias veces ¿Quién ha puesto el dolor en nuestros corazones? El dolor, la muerte no pueden asociarse al azar, a la nada. Ernestina Champourcin (1905-1999), de la Generación del 27, dirá en el alma, y en todo el ser, también en la parte material. A modo de flecha que hiere para como sembradura fecunda en el costado indica el poeta de lo social e intimista Blas de Otero (1916-1979). Donde nos guardamos tantas horas, en mi casa, según el parecer del escritor y crítico literario Carlos Murciano (1931).

Concretamente, en la cocina, para el conquense Carlos de la Rica (1929-1997), recordando las tareas de su madre. Como lo que no se ve, pero está, Miguel Fernández (1931-1993), de la Generación del 50, le encuentra en el agua honda de las vasijas.

Sabemos que el yo se enriquece con el tú, la amistad es una de las realidades grandes de los seres espirituales. En el amor desplegado en las realidades creadas señalará el poeta y crítico literario Jacinto López Gorgé (1925-2008). Gloria Fuertes (1917-1998) defiende la presencia de Dios en la tierra: en el beso, en la espiga, en el pecho de todos los que son buenos. La poetisa y ensayista Beatriz Villacañas (1964) lo sitúa en otro de los gestos de amor, el abrazo. En ese Madrid inhumano, como tantas grandes ciudades de hoy, denuncia el militar y escritor Luis López Anglada (1919-2007) quizás pensando en el dolor de Dios al ver el mal uso de la libertad que dio a los hombres. En el tranvía para la gallega María Elvira Lacaci (1916-1997) dándole paz, en un contexto de indiferencia de la gente, en un momento difícil. Luis Cernuda (1902-1963) quiere encontrarlo en la catedral hablando en el silencio. El siguiente poeta se sirve de lo personal para mostrar a Dios ardiendo en su incredulidad. Se trata del toledano Juan Antonio Villacañas (1922-2001). En su poema Empresa de lavado el periodista Lorenzo Gomis (1924-2005) afirma que Dios está en Jesús: era Dios en persona y murió como un hombre, encargando a san Pedro siguiera lavando de pecados el alma de los hombres. El editor literario de este libro, Antonio Barnés (1967) lo ve en la desnudez del Niño Jesús, que permite el imposible de gestos de amor paternos de la criatura para con el Creador.

Al ver a Jesús en la cruz, uno se percata que Dios ha querido unirse al dolor humano. Para el granadino José Gerardo Manrique de Lara (1922-2001) Dios está en los hombres atribulados. El salmo 21 rezado por Jesús antes de morir le sirve a Ernesto Cardenal (1925-2020) para ver al Redentor en los sufrientes, con la esperanza de un nuevo orden de cosas.

La realidad sacramental es un intento de donar vida sobrenatural acomodándose a nuestro modo de ser que capta lo espiritual desde los signos materiales. El paraguayo José Luis Apleyyard (1927-1998) dice en mi infierno, asociándose a los justos que recibieron a Jesús en su espíritu en los infiernos el sábado santo con la buena nueva de la salvación. El padre Joaquín Antonio Peñalosa Santillán (1922-1999) espera el encuentro con Dios en la muerte. El poeta inglés Jhon Milton (1608-1674) lo sitúa en lo más alto del empíreo, refiriéndose al Padre que tiene a su derecha al Hijo. Más cercano a nosotros, está en el Sagrario. El sacerdote y poeta segoviano Rafael Matesanz Martín (1933-1999) profesa su fe en la presencia sacramental de Jesucristo. El Dios humanado le resulta así cercano. El templo goza de calor con este tesoro. Y como donde está Dios, está el Cielo, allí se encuentra la mujer que nos dio al Verbo encarnado, María. La lámpara del Santísimo pasa a ser signo del cariño y abrazos del Redentor. Ese modo divino de acompañarnos es calificado de locura, por ser un darse sin medida. En el Sagrario está la Vida, la que puede acrecentar en nosotros las virtudes teologales. Y como correspondencia a esta donación divina el querer compartir esa cárcel de amor como niño ante la blancura del Pan de los Ángeles. En el Pan está presente el que es Presente dice Gerardo Diego (1896-1987) para el que la existencia se convierte en adoración. Y por último, en el sacramento, según el granadino Federico García Lorca (1898-1936) rememorando una procesión del Corpus Christi.

Dios no se impone, para respetar nuestra libertad, don que tanto nos asemeja a Él, se acerca a nosotros humildemente, con delicadeza y suavidad. Nos hemos asomado a varios poetas que ven la huella de Dios en lo creado, otros en su alma, algunos cuando nos queremos, hay quien unido a nuestro dolor, y otros también en la realidad sacramental. La poesía logra así, con sus valientes imágenes y recursos, adentrarse en el misterio divino, que da razón también de nosotros. Estamos por tanto de enhorabuena por esta audaz, e interesante publicación.

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