el secreto archivo de Dios

 


Góngora

Marte, la guerra. Febo, el sol. Neptuno,

el mar que ya no pueden ver mis ojos

porque lo borra el dios. Tales despojos

han desterrado a Dios, que es Tres y es Uno,

de mi despierto corazón. El hado

me impone esta curiosa idolatría.

Cercado estoy por la mitología.

Nada puedo. Virgilio me ha hechizado.

Virgilio y el latín. Hice que cada

estrofa fuera un arduo laberinto

de entretejidas voces, un recinto

vedado al vulgo, que es apenas, nada.

Veo en el tiempo que huye una saeta

rígida y un cristal en la corriente

y perlas en la lágrima doliente.

Tal es mi extraño oficio de poeta.

¿Qué me importan las befas o el renombre?

Troqué en oro el cabello, que está vivo.

¿Quién me dirá si en el secreto archivo

de Dios están las letras de mi nombre?

Quiero volver a las comunes cosas:

el agua, el pan, un cántaro, unas rosas... 

(Borges 1985: 83).

Comentarios