el hombre en su aislamiento es el más miserable y desgraciado de los seres

 En el estado actual de nuestra indefinible civilización, la poesía, como todas las ciencias y artes, como todas las instituciones, como la pintura, la arquitectura y la música, como la filosofía y la religión, ha perdido su tendencia unitaria y simpática, y sus relaciones con la humanidad en general, porque no existiendo sentimientos ni creencias sociales, carece de base en que se apoye, y de lazo que a la humanidad la ligue. Sin poder proclamar un principio que la sociedad ignora, sin poder encaminarse hacia un fin que la sociedad no conoce, ni dirigirse hacia un cielo en que la sociedad no cree, la poesía, dejando una región en la que no hallaba atmósfera para respirar, se ha refugiado, como a su último asilo, a lo más íntimo de la individualidad y del seno del hombre, donde, aun a despecho de la filosofía y del egoísmo, un corazón palpita y un espíritu inmortal vive. Pero el hombre en su aislamiento es el más miserable y desgraciado de los seres. La Providencia ha hecho necesaria para su dicha y su perfectibilidad la asociación; asociación que no es el agregado de muchos individuos de la especie humana, sino el conjunto de las facultades que en común poseen, la comunión de sus ideas y de sus sentimientos, de la inteligencia y de la simpatía. Mas hay épocas tristes para la humanidad, en que estos lazos se rompen, en que las ideas se dividen, y las simpatías se absorben; en que el mundo de la inteligencia es el caos, el del sentimiento el vacío; en que el hombre no ejercita su pensamiento sino en el análisis y en la duda, y no conserva su corazón sino para sentir la soledad que le rodea y el abismo de hielo en que yace. Entonces el genio puede volar aún, pero vuela, como el Satanás de MILTON, solitario y por el caos: el sol le causa pena, la belleza del mundo, envidia. Su poesía es solitaria como él, y como él triste y desesperada. Canta o más bien llora sus infortunios, su cielo perdido, el fuego concentrado en su corazón, las luchas de su inteligencia, y las contrariedades de su enigmático destino. Sus relaciones con la naturaleza no pueden ser expansivas, ni sus relaciones con los hombres simpáticas. Replegado en su individualismo, sus relaciones con Dios podrán aún ser muy vivas; pero solo en su presencia, si la reconoce, y solo en el universo, si tal vez ha renegado de la Providencia, los himnos que debían consagrarse a una religión de amor, serán solamente gritos de desesperación y de impío despecho, o extravíos de un abstracto y estéril misticismo. Tal es a mis ojos el carácter de la época presente; tal es también su poesía; la poesía dominante, la poesía elegiaca actual, poesía de vértigo, de vacilación y de duda, poesía de delirio o de duelo, poesía sin unidad, sin sistema, sin fin moral, ni objeto humanitario, y poesía, sin embargo, que se hace escuchar y que encuentra simpatías, porque los acentos de un alma desgraciada hallan dondequiera su cuerda unísona, y van a herir profunda y dolorosamente a todas las almas sensibles en el seno de su soledad y desconsuelo. 

NICOMEDES PASTOR DÍAZ

Obras completas. Poesías / José Zorrilla ; prólogo de Nicomedes Pastor Díaz

Edición digital a partir de Obras Completas. Tomo I, Madrid, Manuel P. Delgado, 1905



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