MIRADME
AQUÍ
Antonio Bocanegra.
Abril, 2020
Miradme
aquí rumiando estas penumbras
con
que los días se nos van y mueren.
Es
tarde, casi noche,
una
más de estos días de sombras y sin albas,
pero
hoy, más que nunca, necesito
quedarme
a solas voceando
las
penas y desvelos de estas horas,
las
sílabas exactas
de
tanto desamparo,
el
canto enmudecido de la calle,
el
pájaro sin vuelo,
la
brisa que no quiere ya dejar
su
beso de frescor en mi azotea.
Ya
sé que la alegría
se
asoma a los pretiles de lo efímero,
que
nada es tan fugaz como el presente,
que
no nos queda ya ni el trino en la enramada
y
todo es un relato de derrotas,
teatro
sin atrezzo y sin proscenio,
telones
que no caen al fin de la tragedia,
ceremonia
confusa con fin impredecible.
Quiero
quedarme a solas, recontar
ciertos
haberes y carencias
que
encuentro en los graneros de este tiempo,
en
el salterio de esta soledad
que
nadie me anunciara.
Las
horas se han parado en los relojes,
las
campanas callaron
y
han prestado su son a las sirenas,
oigo
llantos y gritos
de
unos niños que nunca fueron míos
y
se cuelan por techos y paredes.
La
ciudad hace tiempo que se nubla
con
las brumas del frío y del silencio,
porque
ronda la muerte por las calles
y
exhibe, despreciable,
su
risa victoriosa y sus banderas.
Es
noche ya, la noche acostumbrada,
me
acerco por rutina a los cristales
y
veo cómo tiemblan las estrellas,
que
su luz es tan viva como cierta,
como
el Dios que las hizo y las alumbra
y
es en Él donde encuentro yo un resquicio
para
ver que es posible la esperanza.
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