La síntesis espiritual de un país es su arte

 La síntesis espiritual de un país es su arte. Pudiera decirse que el espíritu territorial es la médula: la religión, el cerebro; el espíritu guerrero, el corazón; el espíritu jurídico, la musculatura, y el espíritu artístico, como una red nerviosa que todo lo enlaza y lo unifica y lo mueve. Suele pensarse que la religión es superior al arte y que el arte es superior a la ciencia, considerando sólo la elevación del objeto hacia el cual tienden; pero vistos desde el punto de vista en que yo me coloco, como fuerzas constituyentes del alma de un país, la superioridad depende del carácter de cada país. En el fondo, ciencia, arte y religión son una misma cosa: la ciencia interpreta la realidad mediante fórmulas, el arte mediante imágenes y la religión, mediante símbolos, y rara es la obra humana en que se encuentra una interpretación pura. La ciencia se vale de hipótesis, que no son otra cosa que imágenes utilizadas para cubrir los huecos que no se pueden llenar con fórmulas; el arte propende al simbolismo, y en algunos casos se transforma en religión (y en los períodos de decadencia, en ciencia arbitraria, fantástica, caprichosa y hasta documental), y la religión se sirve por necesidad del arte y de la ciencia para humanizar sus simbolismos. La diferencia real está en el sujeto: según la aptitud espiritual predominante en cada individuo, el mundo se muestra en una u otra forma, y todos ellos, bajo distintos aspectos y con diversa energía, producen el mismo resultado «útil»: la dignificación del hombre.

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