Una vez me fue otorgada una marca terrible:
como pertenecía a un linaje maldito, era heredero de una
batalla
[incandescente.
Me oponía al mundo y a sus muchos tumultos,
era un interminable pleito contra los charlatanes y su
insoportable
[lisura.
Caminé por todo el repudiable laberinto que es esta
ciudad,
desafié su lodo, su polvo y su ruido abundante;
confronté su calor insufrible y sus acordeones
desgarradores.
Impugné a sus arrogantes habitantes y a su
incontrolable letargo.
Evidentemente, nunca gané:
ellos no tenían la menor coartada pero eran tantos
que me vencieron incesantemente y su pereza fácilmente
devoró
[el arpa que había
entonado.
De verdad quise compartir mi confianza, pero fue en vano:
con su ira mi prójimo apuñaló mi más limpia sonrisa;
fieras aullantes, aman construir oscuridad y ecos.
Así que encontré abismos y trampas puestos por mis propios
compatriotas;
decepción y engaños: me etiquetaron y fui extranjero en mi
propia
[patria, un exiliado.
Yo era inocente,
yo era diferente.
E inocente.
Guerra y persecuciones: tal fue mi destino;
traté de ignorarlo, porque ansiaba alterarme a mí mismo
y también los muchos rugidos que usé para encubrir mi
verdadera
[búsqueda:
yo era ingenuo, y dócil, y ampliamente inofensivo, como lo
son
[todos los mártires.
Debo confesar que sollocé a veces porque mi raíz más
profunda
[comenzó a temblar,
mientras enfrentaba las hordas estridentes.
II
De todos modos el tiempo se ensanchaba pero seguía siendo un
[área nebulosa
y no podía sujetar mi mansedumbre.
Mientras tanto, yo quise dirigir a las multitudes un
discurso
[impredecible
pues firmemente creía que tesoros nuevos estaban a punto de
[llegar:
pensaba yo en guitarras y en amistad, en quietud y en una
fresca
[emancipación
que pudiera ser construida sin vértigo.
Soñaba con una aurora inminente y traté de organizar una
[magnífica
conspiración,
una que pudiera restaurar la grandeza perdida
de las celebraciones bajo la luz de la luna.
Yo fui un nómada, diestro en mudanzas y fue así cómo el
mundo
[vino, muy rápidamente;
yo sólo yacía, tan inerte como un cuchillo.
Pensé que era lo suficientemente sabio como para soportar
[premoniciones:
irreprochable como el viento, comencé a acaudalar
innumerables
[crucifijos:
la certitud me obsesionaba, y la indemnidad, mis últimos
vínculos
[irrelevantes.
III
Ahora me he vuelto predecible pero cauto:
en este instante me puedo desvanecer y espero que mi memoria
[también lo haga;
antorchas y escudos son los únicos recuerdos de esta
travesía
y juro que así habrán de permanecer, espesos e irrompibles,
como la bajamar o una piedra blanca.
He aprendido todo acerca de las durezas y cómo reaparecer
después de algún evento destrozado
Mi furia se ha convertido en insignificante y clandestina,
pero me alegra que así sea, pues el fuego y el pavor
ya no abarcan su falsa sombra y si acaso lo hicieran,
soy suficientemente sordo para no traicionarme caminando
tras
[una nube de polvo.
Estoy esperando una mujer, una hecha de nieve y susurros,
debería llegar muy pronto, durante el ocaso;
me llamará por mi nombre, en un idioma que sólo nosotros
[entendemos,
detendrá mis disturbios con su clarividencia.
Constructora de simplicidad, me enseñará a entender lo que
es la
[tranquilidad
y viviremos dentro de una pirámide de cuarzo blanco.
Me doy cuenta que he sido un predicador, uno ciego, y tonto,
un peregrino y quizá algún tipo de mago.
Como tuve que disfrazar mis esperanzas en medio de la noche,
de alguna manera sobrevivieron, y regresaron.
Estoy quieto y silente: intacto, me encuentro a mí mismo
pensando
[en el amanecer
y sigo soñando con él, aunque se haya retrasado un poco.
Ninguno de los innumerables vestigios del mundo me volverá a
[hechizar,
así me lo juro a mí mismo.
Lejos de mi umbral trataré de respirar,
lejos de las exhaustas huellas que una vez dejé,
lejos de los ásperos subterfugios
y de los muchos desfiladeros ignotos.
Creo haber encontrado a Dios al final de esta medianoche:
miraré de nuevo la estrella bajo la cual nací.
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