*Por María Fernanda Guevara Riera
Filósofa
Lasperplejidadesdeamerica.blogspot.com
Uno de los presupuestos básicos de la ontología sartreana es la mala fe
o la tendencia originaria del cogito pre-rreflexivo de no querer
asumir la existencia en tanto libertad. Para Sartre somos una nada contingente en
un universo carente de Dios. El hombre en la medida en la cual es capaz de
flexionarse sobre sí y de analizar cada uno de sus actos en situación tiene la
responsabilidad absoluta de dichos actos frente a sí mismo y frente a los otros. No responde, así, el hombre sartreano a un orden divino anterior: la existencia precede a la esencia. De forma tal que seremos auténticos en la medida en la cual aceptemos la angustia de la contingencia de no poseer verdades absolutas o un Dios como suelo y explicación de nuestras decisiones. Mientras que somos de mala fe cuando intentamos evadir la angustia de la toma de decisión y nos cobijamos en las “decisiones” ya aceptadas por el orden social, gracias a las cuales, no tenemos razones algunas por las cuales preocuparnos de nuestra existencia.
responsabilidad absoluta de dichos actos frente a sí mismo y frente a los otros. No responde, así, el hombre sartreano a un orden divino anterior: la existencia precede a la esencia. De forma tal que seremos auténticos en la medida en la cual aceptemos la angustia de la contingencia de no poseer verdades absolutas o un Dios como suelo y explicación de nuestras decisiones. Mientras que somos de mala fe cuando intentamos evadir la angustia de la toma de decisión y nos cobijamos en las “decisiones” ya aceptadas por el orden social, gracias a las cuales, no tenemos razones algunas por las cuales preocuparnos de nuestra existencia.
Ahora bien, para el autor francés nuestro movimiento inicial siempre
será de excusa, de evasión, de refugiarnos en las verdades ya construidas por
el orden social antes que de reflexionar críticamente y asumir nuestra libertad.
Para Sartre originariamente buscamos negar la angustia de tener sobre nuestros
hombros el peso de nuestra libertad y descargamos en la cotidianidad
pre-establecida, en la existencia de un Dios como orden metafísico, la
justificación nuestras elecciones. En palabras técnicas sartreanas anhelamos
ser-en-sí-para-sí y coincidir plenamente con nosotros mismos cumpliendo el
proyecto de mala fe de vivir como una cosa hecha para evitar, de este modo, los
cuestionamientos de la existencia que se derivan del ejercicio de nuestra
libertad y de la presencia de los otros en el mundo.
Para que nuestra existencia no sea un proyecto de mala fe debemos
actualizarnos continuamente y confrontarnos con los proyectos existenciales de
los otros. Y eso no se realiza en la abstracción del pensamiento aislado. Según
Sartre, es en el teatro en donde los hombres, a través de la puesta en escena
de una situación límite, reflexionan sobre su existencia, sobre los supuestos
en donde descansan sus decisiones, sobre sus derechos: ¿Tengo derecho
a luchar por mi libertad y a no seguir siendo de mala fe?
Así, para dejar a un lado la posible abstracción del los aportes
filosóficos de El Ser y la nada, Sartre nos
representa en “La p... respetuosa”, la situación concreta de la mala fe en el
malestar de Lizzie, el personaje principal de la obra de teatro. ¿Qué hacer con
el malestar de la existencia de tener que elegir cada vez? ¿Por qué la
autenticidad es preferible a la inautenticidad? ¿Puedo huir de la angustia de
elegir?
Valga precisar que la mala fe es mostrada por Sartre en la obra sin
mencionar ni una sola vez el término.
…
“Fred—
¡Pues tira! ¡Venga, tira! Ya lo ves, no puedes. Una chica como tú «no puede»
disparar contra un hombre como yo. ¿Quién eres tú, a ver? ¿Qué haces en el
mundo? (…) Te instalaré en la colina, al otro lado del río, en una casa bonita
con un parque. Te pasearás por el parque todo lo que quieras, pero te estará
prohibido salir de allí; soy muy celoso. Iré a verte tres veces a la semana, ya
anochecido: el martes, el jueves y el sábado hasta el lunes. Tendrás criados
negros y más dinero del que hayas podido soñar nunca, pero me tolerarás todos
mis caprichos. ¡Y tendré muchos! (Ella se abandona un poco más en sus brazos.)
¿Es verdad lo que me dijiste de que yo..., que fuiste feliz conmigo?
Contéstame. ¿Es verdad?
LIZZIE. — (Con lasitud.) Sí, es verdad.
FRED. — (Golpeándole la mejilla.) Entonces
todo ha vuelto al orden. (Una pausa.) Me llamo Fred.”(2)
Así,
concluye la obra, que, en cambio, constituye nuestro propio comienzo y por ello
los invitamos a leerla a la luz de nuestro escrito de hoy.
…
La pregunta,
“¿qué haces en el mundo?”, en el
contexto de la obra teatral, no se refiere al oficio o a la profesión, sino al
orden del mundo y a las relaciones que mantenemos con los otros; a la
autenticidad o inautenticidad de nuestras convicciones más profundas. Sartre,
desde lo que él llamó “sentido común teatral” propio de la cotidianidad
irreflexiva, muestra cómo las preguntas fundamentales de la existencia surgen
en los individuos cuando éstos se encuentran “cara a cara” en una situación en
la cual hay que elegir o tomar postura frente a sí y frente a los otros. En
resumidas cuentas, somos seres-para-sí-para-otro, es decir, en situación con
los otros y no existe suelo duro
anterior –véanse Dios, los saberes específicos o las normas sociales
establecidas- que justifiquen el cómo debo tratar al otro: debo hacerme cargo
de mis acciones porque la autenticidad o inautenticidad en mis
relaciones procederá sólo de mis elecciones y de la intencionalidad de las
mismas.
…
Pero, nos
preguntamos de inmediato, ¿por qué tenemos que transparentar en la
medida de lo posible nuestro proyecto existencial y nuestras relaciones con el
prójimo? Ese es uno de los presupuestos
fundamentales del existencialismo: lo humano se construye gracias al
ejercicio de la reflexión y a la autenticidad que mantengamos en nuestras
relaciones con nosotros mismos y con los otros. Lo anterior se alcanza para
el universo sartreano sólo a través de la interpretación de nuestros proyectos
existenciales y a la lucidez que alcancemos sobre las verdaderas intenciones
que albergamos para con los otros. La moral de la autenticidad ha mostrado sus
límites mas sus aportes son indiscutibles: tener una relación lúcida con
nosotros mismos y con los demás construye humanidad.
La
cotidianidad irreflexiva, o en otras palabras, el no practicar el ejercicio de
la auto-comprensión con preguntas que nos ayuden a discernir nuestras
verdaderas intenciones para con nosotros mismos y para con los otros hace que
los individuos descarguen la responsabilidad de sus acciones en las estructuras
cotidianas, en el Dios creado para evadir responsabilidades y, de esta forma, muchas veces las relaciones con el otro
quedan en el nivel de la inautenticidad o mala fe, en las frases ya hechas de
las conversaciones teatrales respetuosas en donde Dios, la cotidianidad o los
saberes específicos sirven de excusa para utilizar al otro y rehuir así de la
responsabilidad de haber elegido un camino y no otro en determinada situación.
Finalmente,
según Sartre, ¿se logra la evasión total, es decir, logramos engañarnos y
coincidir plenamente con nosotros mismos al ser de mala fe o inauténticos? No,
el malestar o el gusano de la conciencia siempre acecha y nos fisura
causándonos una “hemorragia del ser” que
nos recuerda incesantemente que podemos elegir siempre ser auténticos
con nosotros mismos y con los demás.
Muchas
gracias.
Referencias bibliográficas:
(1)
Es en 1946
cuando J. P Sartre, en el Théâtre Antonie, y bajo la dirección de
Simone Berriau, estrena “La p... respetuosa”. Personajes principales: Lizzie
“La p... respetuosa”, Fred “el cliente, el posible enamorado”, El Negro, y la
cotidianidad representada por John, James, El senador y Hombres 1, 2, 3.
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